martes, 6 de enero de 2009

El Taller de Narrativa

Disculpen que lo suba tan tarde. El taller se dió a finales de septiembre, y recién tuve tiempo de subirlo al blog. Esto fue lo que hicimos en el Taller de Narrativa: Primero analizamos las preguntas básicas para escribir un texto, que son las mismas para un cuento que para un reportaje: Qué? (que sucede, de qué se trata), Quién? Dónde? Cuándo? Por qué? También vimos que para narrar un evento no tenemos que responder estas preguntas en el mismo orden necesariamente, ni tenemos que responder a todas en todos los casos. Escogí algunas canciones que tienen estructura de narración para analizar sus textos; primero escuchamos:

El loco de la calesita
Fito Paez

Un romance de estación Le hizo perder la cabeza. Se fué al baño y se fumó, y empezó a sonar la orquesta. Un, dos tres va y bien, tocaba y se olvidaba de todo: un, dos tres va y bien, La Fender le chorreaba de odio. El quería conocer eso de irse a California, trabajaba en un taller de mecánica en la Boca. Él se apresuró y se arrancó de a uno los dientes, y se salvo por ser de clase cincuenta y siete.

Nunca tuvo un buen hogar, no fué padre ni buen hijo. Nunca conoció a Gardel, Sólo a Hendrix y a Tanguito. Se empezó a cansar y así provó algunas pastillas, se volvió a cansar y no paró hasta ver la heroina. Está un loco en una calesita, casi desnudo y con la vista enferma, y daba vueltas y se sonreía,y silbaba bajo por no molestar, y Dios es una máquina de humo.

Cambió la Fender por una Suzuki, se fué a Brasil con plata de su abuela, y estuvo preso por robar un auto, y llegó a Gerais, y se pegó el tren, y Dios es una máquina de humo. Nadie mas lo volvió a ver, Se sospecha que anda suelto. Disfrazado de faisán, o gendarme en algún puerto. Un, dos tres va y bien…

Dicen que un ángel lo atrapó en el baño, lo crucificó y le sacó los ojos y con su sangre se pinto los labios, y cortó sus piernas y se las comió, y Dios es una máquina de humo.
Analizamos y vimos cómo el texto respondía a algunas preguntas: Quién, Dónde, y Qué principalmente. Luego escuchamos:

Don de FLuir
Joge Drexler


Los dos parlantes afuera, la música en el balcón cayendo por la vereda en sonoro borbotón. Alguien me acerca un trago, alguien me quiere hablar, yo sólo quiero que mires mientras te miro girar. Llevás el cabello suelto y sandalias en los pies, tu vestidito violeta cabe todo en una nuez. Alguien me hace preguntas, alguien me ofrece fumar, a todo digo que sí con tal de verte bailar. Sólo quiero verte bailar sólo quiero verte bailar quisiera verte girando, girando, mirándome mirar.

Soy aquel tipo callado con aires de intellectual que te mira de costado sólo por disimular. "gracias, pero no, no bailo, quizás la próxima vez, tengo torpes las rodillas y tú veloces los pies" porque bailas, como quien respira con un antiguo don de fluir... Bailas, y parece tan fácil como dejar el corazón latir.

Los dos parlantes afuera, la música en el balcón cayendo por la vereda en sonoro borbotón.. "Los músicos no bailamos, ya habrás oído decir, gracias de todos modos y gracias por insistir".

Nuevamente analizamos qué preguntas responde el texto, y cómo lo hace. Básicamente hay un quién (una bailarina y alguien que la observa) y un qué (ella lo invita a bailar y él no acepta); hay poca idea de dónde, o por qué; sin embargo, la canción se entiende a perfección.

Luego analizamos los diferentes tipos de narrador que se pueden utilizar en la estructura de un texto: hay un tipo de narrador que está inmerso en la acción, otro que observa lo que sucede desde afuera, y otro que incluso puede comentar sobre los sentimientos o pensamientos de otras personas (omnisciente). Analizamos esto en la siguiente canción:


Llamadas Anónimas
Fernando Delgadillo

Era imposible que supiera quién podia llamar, sonó el teléfono y yo levante el auricular, y aquella voz acariciante dijo “escucha, no me cortes estoy sola y no tengo a nadie que quiera hablar conmigo y a esta horas...” Yo miré el reloj y estaba a punto de colgarte pues tenia razón pero algo senti en ese tono suplicante que me interesó ¡ que va ¡ me dije: interés professional. Le dije ¡claro! no tengas cuidado bombón ¿qué puedo hacer por ti? y me contestó –“te lo agradezco tanto, ¿sabes? siempre sentí necesidad de decirle esto a alguien así que sin querer marqué tu número al azar, porque tengo la fantasía, sí, de acariciarte esta noche por detrás de las piernas y no parar hasta llegar a tus caderas y luego desabrochar despacio el pantalón”. Yo pegué un salto y dije – corazón ¿dónde has estado tanto tiempo? Dime a dónde he de volar para ser (¡ajá!) tu fantasia realidad.

Me aseguró que por supuesto lo iba a averiguar pero antes de besarme el cuello me iba a mordisquear el lóbulo derecho de la oreja y yo sentí, caricias a través de la bocina para mí. Me comentó que le excitaba no saber mi nombre cuando yo casi le confieso pues...me llamo Fernando, pero en lugar de esto le dije yo soy lo que necesitas. Y se río – Pero antes deja que te diga otras cositas, y me contó con detalle cómo se tendía en la cama. yo me contuve de arrancarme la pijama y comencé a morderme el dorso de la mano imaginando como abrasaría sus labios. Hasta aquí todo tenia tonos de una erotica locura cuando gritó que se lo hiciera entre basura y sugerí: dame tus datos nena, dámelos siquiera y haremos lo que quieras donde tu prefieras, y pensé que el caso podría requerir toda mi astucia pero ella comenzó a decirme cosas sucias y a gritarme apasionada ¿qué era lo que yo iba a hacer ¿ y contesté,- cuando me des tu dirección voy a tenderte y a quitarte con los dientes toda la ropa interior... pero al pensarlo presa fui de un arrebato de pasión tiré del cable del teléfono que se desconectó y me hallé jadeante en medio de la noche y oh...

Conecté el cable del teléfono por ver si estaba ahí, pero la voz dejó lugar a un tono que reconocí como la nota intermitente de cualquier línea ocupada colgue el auricular por si otra vez llamaba, y esperé, y esperé mucho si otra vez llamaba. Y esperé, y esperé mucho y todavia espero en las noches cambia el cable del teléfono y me acoso con reproches y cuando me siento solo marco un número al azar y si contesta una mujer siempre comienzo a comentar. Qué tal por favor no me cortes estoy solo y no tengo a nadie que quiera hablar conmigo, y ya es tan tarde, pero siempre sentí la necesidad de acariciarte por detrás de las piernas...y bueno bueno????...hay alguien en el mundo que quiera hablar conmigo? podriamos decir que es algo... exitante...Turu tu turu...

En este texto hay pocas aluciones a la pregunta dónde, todo ocurre por teléfono y sólo se sabe que el narrador está en su cuarto. Se responde a la pregunta quién de manera implícita, y todo el texto narra la acción de la conversación, que viene a ser el qué del texto. El narrador tiene la única versión de lo ocurrido; esto también es utilizado por Sabato en El Túnel, por ejemplo. Luego analizamos otra canción de este gran narrador:

Hoy ten miedo de mi
Fernando Delgadillo

Hoy que llevo en la boca el sabor a vencido, procura tener a la mano a un amigo que cuide tu frente y tu voz, y que cuide de ti, para ti tus vestidos y a tus pensamientos mantenlos atentos y a mano a tu amigo.

La importancia de verte y moderte los labios de preocupación, es hoy tan necesaria como el verte siempre como andar siguiendote con la cabeza en la imaginación. Porque sabes, y si no lo sabes no importa, yo sé lo siento, yo se lo que cortan después unos labios, esos labios rojos y afilados, y estos puños que tiemblan de rabia cuando estás contenta, que tiemblan de muerte si alguien se te acércara a ti.

Hoy procura que aquella ventana que mira a la calle en tu cuarto se tenga cerrada, porque no vaya a ser yo el viento de la noche y te mida y recorra la piel con mi aliento y hasta te acaricie y te deje dormir, y me meta en tu pecho y me vuelva a salir y respires de mi, o me vuelva una estrella y te estreche en mis rayos y todo por no hacerme un poco de caso: ten miedo de mayo y ten miedo de mi, porque no vaya a ser que cansado de verte me meta en tus brazos para poseerte y te arranque la ropa y bese los pies, y llame mi diosa y no pueda mirarte de frente y te diga llorando después por favor tenme miedo, tiembla mucho de miedo mujer, porque no puede ser.

El texto está muy bien acompañado por la música, en cuanto a la tensión y resolución del tema. El narrador está haciendo un soliloquio, no habla con nadie, sólo conocemos lo que piena, e incluso lo que siente. Parece hablar de una mujer, que puede ser su amiga, pero que él quisiera que sea su pareja, y tiene un conflicto entre ambas posiciones, lo que se refleja en que le pide que le tenga miedo, y al mismo tiempo, él tiene miedo a lo que es capaz de hacer.

Luego analizamos un método común para iniciarse en la escritura de textos; consiste en terminar textos conocidos de una manera diferente. Acá vimos dos canciones:
Príncipe azul
Sergio Antezana


Sí, tenías razón, yo nunca fui aquél que esperabas. Aquella vez te vi bailar y quede hipnotizado: cómo reías, el grosor de tus labios, tu perfil de ambos lados, la sombra en tu garganta me guiaba hasta tu espalda, tu escote y la falda y ese lunar que marca diferencia y matiz, y te seguí, bajabas por las gradas, pero él te abrazaba y mientras tú huías yo veía la zapatilla que ahora el recogía, miraba indiferente y botaba al jardín

Sí, tenías razón, yo nunca fui aquél que esperabas. Aquella vez fui hasta tu casa para medir tu huella en la entrada. Luego compré zapatos, de tallas similares, en modelos variados y diseñé el afiche que deslicé en tu puerta por aquella ranura y el resto ya lo sabes... yo nunca fui.

Sí tienes razón, nunca fui, nunca seré aquél que esperarás

PETER PAN
PEDRO GUERRA


Peter Pan buscaba a su madre en las mil mujeres del aire, y se acostó con ellas
y se cansó de ellas dejando en la mejilla el beso gris del dolor. Peter Pan horror del pirata y sus sentimientos de lata, buscando en aquel abrazo el nido de unos brazos en todas las mujeres con las que descansó.

Peter Pan niño loco cuándo aprenderás a vivir solo. Peter Pan niño dulce algo siempre habrá que no te guste. Peter Pan nadie llega y hay que ser feliz en la escalera. Peter Pan niño inquieto, cuándo aprenderás a estarte quieto

Peter Pan buscando a su madre en la luz de todos los bares no encuentra la sonrisa pegada en su camisa de aquella la que un día le tapaba los pies. Peter Pan con un niño dentro tan tan débil tan tan pequeño no encuentra su medida y se le va la vida buscando a la mujer que nunca habrá de encontrar

En el primer tema se habla del cuento de la Cenicienta, y se habla como si el Príncipe con el que Cenicienta baila en la fiesta no se hubiera preocupado por Cenicienta, y en cambio, otra persona se hubiera tomado el trabajo de hacer lo que el cuento dice, y al final se hubiera casado con Cenicienta, y le estuviera contando lo que hizo. El enfoque del tema varía buscando criticar la vanalidad de escoger un marido por un baile de máscaras. En el segundo tema, Pedro Guerra toma el mito de Peter Pan y lo critica tomándolo como una persona que no madura y que no logra encontrar una pareja por su falta de compromiso. En ambos casos se alude a un tema y se lo critica reinterpretándolo. Otros ejemplos surgieron en el taller, como el de La traición de Wendy, de Ismael Serrano. Finalizamos este tema haciendo un ejercicio que consistía en terminar el cuento de la Caperucita roja, eliminando la parte del texto en la que ella llega a la casa, y reescribiéndola.
Luego hicimos un ejercicio que consistía en abrir un diccionario en 3 lugares diferentes, tomar 3 palabras al azar y escribir una historia sobre esta base. Las palabras fueron: Setenta; Nervioso; Destrozar. Finalmente les dejé unos textos que ya no pudimos ver en el taller, que trataban de abrirles la mente con respecto a las cosas que se pueden hablar cuando uno decide narrar un evento, las perspectivas, los temas, en fin, para que les sirvan de inspiración.
Pérdida y recuperación del pelo
Julio Cortázar

Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista.

Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo. La primera operación se reduce a desmontar el sifón del lavabo para ver si el pelo se ha enganchado en alguna de las rugosidades del caño. Si no se lo encuentra, hay que poner en descubierto el tramo de caño que va del sifón a la cañería de desagüe principal. Es seguro que en esta parte aparecerán muchos pelos, y habrá que contar con la ayuda del resto de la familia para examinarlos uno a uno en busca del nudo. Si no aparece, se planteará el interesante problema de romper la cañería hasta la planta baja, pero esto significa un esfuerzo mayor, pues durante ocho o diez años habrá que trabajar en algún ministerio o casa de comercio para reunir el dinero que permita comprar los cuatro departamentos situados debajo del de mi primo el mayor, todo ello con la desventaja extraordinaria de que mientras se trabaja durante esos ocho o diez años no se podrá evitar la penosa sensación de que el pelo ya no está en la cañería y que sólo por una remota casualidad permanece enganchado en alguna saliente herrumbrada del caño.

Llegará el día en que podamos romper los caños de todos los departamentos, y durante meses viviremos rodeados de palanganas y otros recipientes llenos de pelos mojados, así como de asistentes y mendigos a los que pagaremos generosamente para que busquen, separen, clasifiquen y nos traigan los pelos posibles a fin de alcanzar la deseada certidumbre. Si el pelo no aparece, entraremos en una etapa mucho más vaga y complicada, porque el tramo siguiente nos lleva a las cloacas mayores de la ciudad. Luego de comprar un traje especial, aprenderemos a deslizarnos por las alcantarillas a altas horas de la noche, armados de una linterna poderosa y una máscara de oxígeno, y exploraremos las galerías menores y mayores, ayudados si es posible por individuos del hampa, con quienes habremos trabado relación y a los que tendremos que dar gran parte del dinero que de día ganamos en un ministerio o una casa de comercio.

Con mucha frecuencia tendremos la impresión de haber llegado al término de la tarea, porque encontraremos pelo (o nos traerán) pelos semejantes al que buscamos; pero como no se sabe de ningún caso en que un pelo tenga un nudo en el medio sin intervención de mano humana, acabaremos casi siempre por comprobar que el nudo en cuestión es un simple engrosamiento del calibre del pelo (aunque tampoco sabemos de ningún caso parecido) o un depósito de algún silicato u óxido cualquiera producido por una larga permanencia en una superficie húmeda. Es probable que avancemos así por diversos tramos de cañerías menores y mayores, hasta llegar a ese sitio donde ya nadie se decidirá a penetrar: el caño maestro enfilado en dirección al río, la reunión torrentosa de los detritos en la que ningún dinero, ninguna barca, ningún soborno nos permitirán continuar la búsqueda.

Pero antes de eso, y quizá mucho antes, por ejemplo a pocos centímetros de la boca del lavabo, a la altura del departamento del segundo piso, o en la primera cañería subterránea, puede suceder que encontremos el pelo. Basta pensar en la alegría que eso nos producirá, en el asombrado cálculo de los esfuerzos ahorrados por pura buena suerte, para escoger, para exigir prácticamente una tarea semejante, que todo maestro consciente debería aconsejar a sus alumnos desde la más tierna infancia, en vez de secarles el alma con la regla de tres compuesta o las tristezas de Cancha Rayada.

Aplastamiento de las gotas
Julio Cortázar

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

13 (Espantapajaros)
Eusebio Girondo


Hay días en que yo no soy más que una patada, únicamente una patada. ¿Pasa una motocicleta? ¡Gol!... en la ventana de un quinto piso. ¿Se detiene una calva?... Allá va por el aire hasta ensartarse en algún pararrayos. ¿Un automóvil frena al llegar a una esquina? Instalado de una sola patada en alguna buhardilla. ¡Al traste con los frascos de las farmacias, con los artefactos de luz eléctrica, con los números de las puertas de calle!...

Cuando comienzo a dar patadas, es inútil que quiera contenerme. Necesito derrumbar las cornisas, los mingitorios, los tranvías. Necesito entrar -¡a patadas!- en los escaparates y sacar -¡a patadas!- todos los maniquíes a la calle. No logro tranquilizarme, estar contento, hasta que no destruyo las obras de salubridad, los edificios públicos. Nada me satisface tanto como hacer estallar, de una patada, los gasómetros y los arcos voltaicos. Preferiría morir antes que renunciar a que los faroles describan una trayectoria de cohete y caigan, patas arriba, entre los brazos de los árboles. A patadas con el cuerpo de bomberos, con las flores artificiales, con el bicarbonato. A patadas con los depósitos de agua, con las mujeres preñadas, con los tubos de ensayo.

Familias disueltas de una sola patada; cooperativas de consumo, fábricas de calzado; gente que no ha podido asegurarse, que ni siquiera tuvo tiempo de cambiarle el agua a las aceitunas... a los pececillos de color...

1a Carta de Rainner María Rilke a Franz Kappuz

Hace sólo pocos días que me alcanzó su carta, por cuya grande y afectuosa confianza quiero darle las gracias. Sabré apenas hacer algo más. No puedo entrar en minuciosas consideraciones sobre la índole de sus versos, porque me es del todo ajena cualquier intención de crítica. Y es que, para tomar contacto con una obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce siempre a unos equívocos más o menos felices.

Las cosas no son todas tan comprensibles ni tan fáciles de expresar como generalmente se nos quisiera hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos son inexpresables; suceden dentro de un recinto que nunca holló palabra alguna. Y más inexpresables que cualquier otra cosa son las obras de arte: seres llenos de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que pasa y muere, perdura.

Dicho esto, sólo queda por añadir que sus versos no tienen aún carácter propio, pero sí unos brotes quedos y recatados que despuntan ya, iniciando algo personal. Donde más claramente lo percibo es en el último poema: "Mi alma". Ahí hay algo propio que ansía manifestarse; anhelando cobrar voz y forma y melodía. Y en los bellos versos "A Leopardi" parece brotar cierta afinidad con ese hombre tan grande, tan solitario. Aun así, sus poemas no son todavía nada original, nada independiente. No lo es tampoco el último, ni el que dedica a Leopardi. La bondadosa carta que los acompaña no deja de explicarme algunas deficiencias que percibí al leer sus versos, sin que, con todo, pudiera señalarlas, dando a cada una el nombre que le corresponda.

Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien -ya que me permite darle consejo- he de rogarle que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie... No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: "¿Debo yo escribir?" Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Si debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. No escriba versos de amor. Rehuya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados. Por esto, líbrese de los motivos de índole general. Recurra a los que cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean. De las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.

Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo? Vuelva su atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmersas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás. Y si de este volverse hacia dentro, si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos versos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las revistas se interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural riqueza: trozo y voz de su propia vida.

Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad. Precisamente en este su modo de engendrarse radica y estriba el único criterio válido para su enjuiciamiento: no hay ningún otro. Por eso, muy estimado señor, no he sabido darle otro consejo que éste: adentrarse en sí mismo y explorar las profundidades de donde mana su vida. En su venero hallará la respuesta cuando se pregunte si debe crear. Acéptela tal como suene. Sin tratar de buscarle varias y sutiles interpretaciones. Acaso resulte cierto que está llamado a ser poeta. Entonces cargue con este su destino; llévelo con su peso y su grandeza, sin preguntar nunca por el premio que pueda venir de fuera. Pues el hombre creador debe ser un mundo aparte, independiente, y hallarlo todo dentro de sí y en la naturaleza, a la que va unido.

Pero tal vez, aun después de haberse sumergido en sí mismo y en su soledad, tenga usted que renunciar a ser poeta. (Basta, como ya queda dicho, sentir que se podría seguir viviendo sin escribir, para no permitirse el intentarlo siquiera.) Mas, aun así, este recogimiento que yo le pido no habrá sido inútil: en todo caso, su vida encontrará de ahí en adelante caminos propios. Que éstos sean buenos, ricos, amplios, es lo que yo le deseo más de cuanto puedan expresar mis palabras.

¿Qué más he de decirle? Me parece que ya todo queda debidamente recalcado. Al fin y al cabo, yo sólo he querido aconsejarle que se desenvuelva y se forme al impulso de su propio desarrollo. Al cual, por cierto, no podría causarle perturbación más violenta que la que sufriría si usted se empeñase en mirar hacia fuera, esperando que del exterior llegue la respuesta a unas preguntas que sólo su más íntimo sentir, en la más callada de sus horas, acierte quizás a contestar.

Fue para mí una gran alegría el hallar en su carta el nombre del profesor Horacek. Sigo guardando a este amable sabio una profunda veneración y una gratitud que perdurará por muchos años. Hágame el favor de expresarle estos sentimientos míos. Es prueba de gran bondad el que aun se acuerde de mí, y yo lo sé apreciar.

Con todo afecto y simpatía,
Rainer Maria Rilke

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